Por considerar que es el sistema que no sirve, el que es anacrónico, el que está diseñado para que los poderosos siempre se salgan con la suya, es que hoy esbozamos nuestra opinión a lo que está sucediendo a lo interno del Partido Republicano.
Tradicionalmente, el partido republicano era conocido como aquel que propugnaba por un gobierno pequeño, abanderado a ultranza de las exenciones fiscales, o lo que es lo mismo, enemigos acérrimos del pago de impuestos.
Con el advenimiento de Donald Trump al partido, la filósofa republicana fue tirada por la borda. En su búsqueda incesante por un líder mesiánico, los republicanos comprometieron lo que siempre fue su leiv motive.
Ahora vemos como Trump somete a todo el pueblo estadounidense a una serie de impuestos acaramelados y nombrados eufemísticamente con el nombre de “aranceles”.
Y los republicanos, o los seguidores de Trump, siguen ciegamente los designios de un líder que, conforme transcurren los días se aleja más y más de los esquemas democráticos que todo norteamericano común desea y aspira.
Vemos como inefables agentes del ICE, utilizan máscaras pero no llevan insignias que los indentifique como tales. En verdad que son una vergüenza; los de la Gestapo al menos tenían el coraje de perseguir a sus adversarios o enemigos con la cara al sol y no como estos cobardes gubernamentales al servicio de Trump.
De acuerdo al último informe del Pew Research Institue, en lo que va de mandato Trump, más de 300 empresas han cerrado su puertas producto de esta cruzada arancelaria del presidente contra el mundo. Solo imagínese lo podría suceder en 3 años más.
Y mientras, los alabarderos y seguidores de Trump observan impasibles el ataque diario de su líder a todo lo que sea institucionalidad; a todo aquello que no se acomode a su inagotable ego.
Quiere controlar todo el senado?
Sus seguidores: “sí, eso está bien”.
Quiere controlar la Suprema Corte de Justicia?
Sus acólitos: “sí, eso está bien”.
Quiere controlar y manipular a los gobernadores?
Sus discípulos: “sí, eso está bien”.
Ha convertido el poder judicial en su buffette personal, a su servicio y con el avieso fin de perseguir a sus detractores.
El FBI es su Mossad; su GESTAPO, su KGB. Dirigida por un carajo a la vela no sabe nada de técnicas investigativas o policiales.
Ha envilecido la imagen del latinoamericano, considerándonos a nosotros, la gran mayoría, como criminales, narcotraficantes, violadores, enfermos y quien sabe cuantas cosas más.
Ante toda esta vorágine; ante todo maremagnum, nos preguntamos, o más bien, le preguntamos a los feligreses MAGA: ¿qué tan lejos estamos de un estado fascista?
Donald Trump se ha limpiado con la décima enmienda y, quien no la conozca le instó a buscarla y leerla con detenimiento pues, utilizar la Guardia Nacional contra la población civil es una falta gravísima que casi ningún mandatario ha osado utilizar a menos que sea una catástrofe nacional.
A ustedes, seguidores de Trump, todavía están a tiempo de alar sus frentes y expresar, aunque sea tímidamente, que estuvieron equivocados, que Trump los engañó, que se dejaron envolver con su retórica llana y rebelde. Use el eufemismo que usted quiera o desee pero, no se se quede estancado en el fango de la ignominia, no sea prisionero de su soberbia y admita que fue un error depositar su confianza en Trump.
Yo, que siempre me sentí inclinado hacia el lado demócrata, abdiqué de mis simpatías desde hace bastante tiempo ya. Comprendí que, esta democracia de dos no es más que una pantomima con diferentes tonalidades pero que al final el resultado casi siempre es el mismo.
Unos son más sutiles que otros; los otros son más rimbombantes pero, al final son como el Missippipi y el Misouri: recorren largos trechos y atraviesan profundos valles pero al final se unen en un mismo meandro.
Domingo A Valdez