Por: Carlos Mejía Blanco
¡Coger piedras para el más chiquito! Se asume superioridad en el otro; a mí me enseñaron a no pelear contra los más vulnerables.
Este es el diagnóstico al día de hoy: de los 15 millones que habitan República Dominicana, 3 millones padecen de trastornos mentales graves. Es la razón de que existan 56,933 bancas de apuestas reguladas operando activamente. Se venden bebidas alcohólicas en pulperías, restaurantes, clubes, bares, cafeterías, discotecas, supermercados, en cada esquina y en todo lugar. Hay un punto admitido, razón por la que más de 25,000 niñas y niños son abusados, y de ellas resultan 566 incestos que no son abortados, con la variante de que 97,000 mujeres ejercen la prostitución legal y 150,000 de manera subrepticia. Mientras se produce este trasiego, va creciendo una superestructura a expensa de la derrota del pueblo, y desde el exterior “la trata”, compensada por el turismo, recibe sus emolumentos en el lavado de activos; es su mayor cuota y la migración va a la par, compensa con el trabajo en la infraestructura física y no hablamos de la proporción 80%-20% de la población, sino más bien a la inversa; es donde el abuso hace su agosto y el trabajo forzado su abril.
Desordenados como estamos, asolados por las desigualdades y la desproporción, va la sociedad hacia el despenadero, como “Sodoma y Gomorra” caminando a los umbrales de mendicidad de cada familia de la clase media y pobre de la República Dominicana. ¿Se imaginan ustedes la haitiana? Que son forzados por otros componentes más su fraccionamiento, es la causante de la aparición de los vicios sexuales catalogados como oficios, pero análogos con la esclavitud; irán incrementándose por los niveles de miseria y necesidades. Como elementos subyacentes vienen “las tratas”, que exponen a las familias, principalmente a los niños, a ser más vulnerables y a “bailar pegao” con los juegos de azar, la prostitución, el alcoholismo, la drogadicción, sin una ideología o doctrina de un liderazgo responsable del devenir histórico.
Las familias ya desestructuradas en su desenvolvimiento total estarán ¡jugando al dominó! como los desprevenidos; como consecuencia, la aceptación cuando crean que han ganado las partidas: ¡recibirán las migajas! Así es la existencia del delito del bocado: solo forma parte el 0.1%, pero se muestra como un todo, porque así se lo han dejado entender, porque no forma parte de la precaria maquinaria del desenvolvimiento cívico. El resultado es evidente: vínculos comunitarios como “Mojica”, débiles chupándose el dedo, pero en lucha encarnizada contra sus hermanos, prácticas aberrantes en el interior de sus nidos, abusos de autoridad en la gobernanza, y en sus frágiles desenvolvimientos, sus acciones estériles, que apenas podrán influenciar en los afectados. Y como si fuera la Inquisición, recurrirán a la impunidad, único estandarte posible y presente en todos los ámbitos de los círculos de las sociedades: “el perdón de los pecados” de las redes delincuenciales, que engañarán concomitantemente a los buenos y a los malos, por su capacidad de ¡movilizarse por aire, tierra y mar!