Raymond Rife fue un científico descubrió que cada microorganismo tiene una frecuencia natural de vibración, algo así como su “nota musical”.
Con su microscopio especial, podía identificar esa frecuencia y aplicar lo que él llamó la Frecuencia Mortal Oscilatoria (MOR): una onda vibracional que, al igualar la vibración del parásito, lo destruía por resonancia.
Así como un cantante de ópera puede romper una copa de vidrio afinando su voz exactamente en la frecuencia de esa copa, Rife decía que podía romper a un microorganismo sin dañar el tejido sano alrededor.
En 1934 usó su máquina en 16 pacientes con cáncer terminal. Según los registros, 14 se recuperaron en 70 días y los otros 2 en unas semanas más. Todo con sesiones muy cortas, de apenas unos minutos, varias veces por semana.
Por eso fue perseguido por la Asociación Médica Americana, acusado, desacreditado, encarcelado y terminó muriendo en el olvido. Obviamente su máquina y sus experimentos desaparecieron.
Lo mismo que pasó con Rife es lo que pasa con cualquier conocimiento o herramienta que no encaje con el negocio de la enfermedad.
Cuando te hablo de parásitos y posesión no es solo poesía. Es biología, historia y espiritualidad unidas.
Un cuerpo parasitado no solo pierde energía física: pierde voluntad, claridad y libertad.
Y una sociedad débil, intoxicada y con miedo es mucho más fácil de controlar.