Resulta que existe un ave en Australia que desafía todo lo que creíamos saber sobre la construcción de nidos.
Imagínate: el megápodo australiano dedica 11 meses al año construyendo una incubadora gigante que puede llegar a pesar 4,000 kilogramos. Sí, leíste bien, cuatro toneladas.
Pero aquí viene lo más sorprendente: esta ave no usa su calor corporal para incubar sus huevos. En su lugar, actúa como un ingeniero experto, diseñando un sistema de compostaje natural que genera el calor necesario.
Y para controlar la temperatura perfecta de 30-35°C, el macho introduce su pico dentro del montículo y lo usa como un termómetro viviente, detectando los cambios térmicos con precisión milimétrica gracias a terminaciones nerviosas especializadas.
Es pura ingeniería biotecnológica que la naturaleza perfeccionó mucho antes que nosotros. El resultado: una incubadora natural que funciona las 24 horas del día durante meses.
La naturaleza nunca deja de sorprendernos con sus soluciones ingeniosas.